sábado, 15 de agosto de 2015

El rol de ser madre

A lo largo de estos casi 9 meses varias veces se me ocurrió comenzar a escribir en el blog mi experiencia personal sobre ser madre. Sin embargo, no lo hice antes porque es difícil contar sin tapujos lo que ha significado este período de adaptación a mi nuevo rol. He leído muchísimos artículos, me he metido en miles de foros que aconsejan qué hacer ante específicas situaciones, he leído posts en Facebook sobre todo el espectro de corrientes de crianza que existen hoy en día y he llegado a la conclusión de que es información que más que aclarar confunde.
Por eso me he llamado al silencio y decidí comenzar a usar más mi instinto, y a dejar fluir un poco más, aprender de cada crisis, compartir los espacios de crianza con mi pareja mucho más, dejar de hacerme "la mujer maravilla" y aceptar mis limitaciones, --y mis días no tan buenos.
Hay que ser muy valiente para escribir sin filtros, y poner por escrito que no todo es color de rosa, mostrar nuestras debilidades y también decir que nadie te enseña a ser madre.
A pesar de que estos primeros párrafos parezcan muy poco optimistas, ser madre es el rol más extraordinario, fuerte, sorprendente, increíblemente shockeante, apasionadamente amoroso, indiscriminadamente solidario, de entrega y devoción a este nuevo ser que dimos a luz. Es un lazo inquebrantable, que toca cada partícula de nuestro ser, de nuestro espíritu, de nuestro pensamiento, en síntesis de nuestra vida entera.
Se produce una revolución interna tan fuerte que nos replanteamos nuestras prioridades, nuestro mundo, nuestro entorno, nuestros vínculos, nuestro pasado, nuestro presente y futuro. Aceleramos procesos para resolver traumas, para perdonar, para comprender y convertirnos en seres más compasivos. Se produce una comunión universal con las madres del mundo y al ver a un niño sufrir, ese sufrimiento se hace carne en nosotros. Es cuando tomas consciencia de que no soportas ver que en este mundo muchos niños sean maltratados y pides justicia divina para que ese dolor se convierta en amor en expansión.
Al convertirte en madre cada minuto cuenta, cada día es especial, cada momento es único. Ver crecer a tu hijo es poner en primer plano lo efímero que es el tiempo y de que todo cambia a pasos agigantados, que no podemos hacernos los distraídos y de que no queremos perdernos ni un segundo de esta nueva vida.
Es en este contexto, que he decidido entregarle a mi hija mis días y poder enseñarle en el compartir los valores que para mí y mi pareja son esenciales. No tendremos riquezas materiales, pero sí la riqueza del tiempo compartido que se convierte en recuerdos, vivencias de su tierna infancia, de nuestra vida adulta.
Espero cada día que mis actos sean consecuentes con mis pensamientos. Esa es mi plegaria.